Aníbal Merlo y la magia del chamán




Adolfo Castaño,
ABC de las Artes, 1998
¿Qué nos quiere decir Aníbal Merlo (Buenos Aires, 1949) con las piezas de esta exposición? Porque nos habla directamente desde sus pinturas y esculturas, y lo hace con decisión pues la factura de sus obras es decidida, determinada a transmitir en sus aspectos y emplazamientos verticales u horizontales, un código de señales que van a captar nuestra atención y nos van a convencer de que ocupa un peculiar territorio artístico. Pero para ocuparlo es necesarioo, ademas de la decisión, la ambigüedad, ese no saber exactamente por qué, con qué intención definitiva, se traza una linea punteada que puede significar un camino nunca terminado de construir o un simple límite sobre una superficie pintada considerada paisaje: ese no saber con exactitud por qué un bloque de madera -framiré, danta o pino-, se tiene que escindir necesariamente en tres partes, y hay que labrar su interior y sus bordes, y colorearlos.

Nos parece que Aníbal Merlo reúne en sus obras el equilibrio de la decisión y la incertidumbre de la ambigüedad porque su manera de ser es viajera, de ida y de retorno -muchos lo afirman- y no suele saber, mientras dura el curso de su trabajo, si alcanzará su puerto u otro, pues las formas que ha ido almacenando en su memoria inconsciente llega un momento en que toman una presencia determinada y se hacen presentes e irrevocables.

Otro aspecto importante de su quehacer es la comunicación que existe entre sus imágenes pintadas y su escultura. Muchas de sus piezas escultóricas emanan directamente de las formas que aparecen en sus cuadros, como es el caso del «Paisaje fragmentario", acrilico sobre tela, y los ocho elementos que constituyen el grupo de madera que titula "Sueños tribales». Pasar de la corporeidad del acrílico a la de la madera, de las dos a las cuatro dimensiones, supone saber dotar a lo quieto ds movilidad, una movilidad que por su carácter aleatorio admite no sólo una interpretación espacial, sino también interpretación mágica, los ocho elementos nos recuerdan los huesecillos o las piedras que utiliza el chamán en sus artes adivinatorias




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