Las huellas del tiempo / Traces of Time
Ana Lucas
Catálogo de la exposición en la Galerie Dialogue, Paris, 1997︎︎︎Scroll down for English text
Catálogo de la exposición en la Galerie Dialogue, Paris, 1997︎︎︎Scroll down for English text
Aníbal Merlo, artista nacido en Buenos Aires (1949), reside en España desde 1974. Originalmente pintor, desde hace unos años desarrolla también una intensa y ya consolidada actividad en el campo de la. escultura, que ha sido valorada muy positivamente. Expone con regularidad en Madrid, ciudad en la que vive y trabaja en la actualidad. Ha. realizado también exposiciones individuales en Alemania, Austria, Bélgica y Argentina.
Su anhelo por plasmar el misterio de lo sido, me llevó hace ya muchos años, casi en los inicios de su andadura, a calificar a Aníbal Merlo de artista romántico. Ello se ha confirmado en su coherente evolución interior, que profundiza cada vez más en el enigma de la naturaleza, en la acción del tiempo sobre elÍa y sobre los objetos de la cultura. Un proceso que supone la puesta en práctica de una dialéctica histórico-natural centrada en objetivos muy concretos.
En su pintura, ese desarrollo le lleva a sabios resultados plásticos, a caballo una abstracción y una figuración difusa no exenta de geometría. Desde sus comienzos, ía evocación de paisajes soñados fue el tema principal de sus cuadros, donde se establecía un permanente diálogo entre cielo y tierra que todavía persiste.
De aquel discurso plástico se ha abandonado en gran parte 1a. influencia expresionista y el tratamiento matérico. Formas de textura más plana, aligeradas de materia, ocupan su puesto, resaltando los cálidos ocres, amarillos, azules y rosas. Las visiones de la naturaleza. reinventada alcanzan ahora una dimensión más ambiciosa, centrada en una cartografía de mundos imaginados, sustitutoria de los paisajes anteriores.
Ya no prima la imagen como representación directa del mundo, sino la racionalizada medición y ordenación del mismo. Imaginarios mapas de fantásticos contimentes, islas y mágicas constelaciones desfilan ante nuestros sorprendidos ojos. Esta cartografía de ensueño posee el candor de los mapas medievales, junto a la distanciada panorámica de la vista aérea. El tiempo es abordado como factor de génesis, trayecto y recorrido en el alumbramiento de las cosas, que muestran su paulatino crecimiento, sus distintas etapas de desarrollo, las instantáneas de su devenir, su tránsito y su declinar, sus impulsos y avances discontinuos e intemitentes. El tiempo registra el progresivo desplegarse de la existencia, al igual que la suma de los anillos concéntricos del tronco de un árbol, nos revela su edad.
Todas esas resonancias se acentúan en sus esculturas en madera -hijas emancipadas de su pintura- de factura depurada, conjugación armoniosa de curvas y rectas que no renuncian a. un acertado y personal tratamiento cromático. Manipulables construcciones que evc»can las formas de la naturaleza fosilizada, a la vez que objeíos-símbolos que bien. podrían ser vestigios de remotas civilizaciones por descifrar, de las que sólo poseemos sus fragmentos: las azarosas huellas escritas por el tiempo. Piezas con reminiscencias. arqueológicas, donde Cronos ha deiaáo su. Impronta, ennobleciendo y ocultando, en su incompleta existencia actual, su atávica e hipotética función. Así, la naturaleza penetra en la historia y los referentes culturales se transforman en naturales. El tiempo, integrado como mi elemento más, es para Aníbal Merlo un orador elocuente, el. artífice que talla y desgasta, que imprime y borra, el que construye estratos y sedimentaciones, labra formas y cuevas, erosiona la materia hasta quebrantarla, provoca vacíos y oquedades. La. madera se torna en milenaria roca horadada por la constante acción del agua. Procedentes de sus lienzos, persisten huellas de otras vidas, de reminiscencia animal y vegetal: zigzagueantes serpientes, esbeltas hojas. A la cronología biológica, se añaden rastros que marcan los distintos tramos de un deambular. Extraños enseres y misteriosas marcas quedan impresos como instantes de detención de desconocidos cortejos, de peregrinaciones misteriosas que señalan rutas hacia ignotos lugares. Todo son pistas para el sagaz explorador. Aquel que sepa interpretarlas, hallará la senda.
Aníbal. Merlo, como un demiurgo, lega al hombre su universo soñado. Él constata los estragos del paso del tiempo en su paraíso natural, registra los restos documentales de su reino y confecciona mapas para conocer sus dominios. Todo invita al viaje. Fuerza y lirismo se alían y nos empujan a la aventura, a participar en el. descubrimiento de una novedosa mitología.
Su anhelo por plasmar el misterio de lo sido, me llevó hace ya muchos años, casi en los inicios de su andadura, a calificar a Aníbal Merlo de artista romántico. Ello se ha confirmado en su coherente evolución interior, que profundiza cada vez más en el enigma de la naturaleza, en la acción del tiempo sobre elÍa y sobre los objetos de la cultura. Un proceso que supone la puesta en práctica de una dialéctica histórico-natural centrada en objetivos muy concretos.
En su pintura, ese desarrollo le lleva a sabios resultados plásticos, a caballo una abstracción y una figuración difusa no exenta de geometría. Desde sus comienzos, ía evocación de paisajes soñados fue el tema principal de sus cuadros, donde se establecía un permanente diálogo entre cielo y tierra que todavía persiste.
De aquel discurso plástico se ha abandonado en gran parte 1a. influencia expresionista y el tratamiento matérico. Formas de textura más plana, aligeradas de materia, ocupan su puesto, resaltando los cálidos ocres, amarillos, azules y rosas. Las visiones de la naturaleza. reinventada alcanzan ahora una dimensión más ambiciosa, centrada en una cartografía de mundos imaginados, sustitutoria de los paisajes anteriores.
Ya no prima la imagen como representación directa del mundo, sino la racionalizada medición y ordenación del mismo. Imaginarios mapas de fantásticos contimentes, islas y mágicas constelaciones desfilan ante nuestros sorprendidos ojos. Esta cartografía de ensueño posee el candor de los mapas medievales, junto a la distanciada panorámica de la vista aérea. El tiempo es abordado como factor de génesis, trayecto y recorrido en el alumbramiento de las cosas, que muestran su paulatino crecimiento, sus distintas etapas de desarrollo, las instantáneas de su devenir, su tránsito y su declinar, sus impulsos y avances discontinuos e intemitentes. El tiempo registra el progresivo desplegarse de la existencia, al igual que la suma de los anillos concéntricos del tronco de un árbol, nos revela su edad.
Todas esas resonancias se acentúan en sus esculturas en madera -hijas emancipadas de su pintura- de factura depurada, conjugación armoniosa de curvas y rectas que no renuncian a. un acertado y personal tratamiento cromático. Manipulables construcciones que evc»can las formas de la naturaleza fosilizada, a la vez que objeíos-símbolos que bien. podrían ser vestigios de remotas civilizaciones por descifrar, de las que sólo poseemos sus fragmentos: las azarosas huellas escritas por el tiempo. Piezas con reminiscencias. arqueológicas, donde Cronos ha deiaáo su. Impronta, ennobleciendo y ocultando, en su incompleta existencia actual, su atávica e hipotética función. Así, la naturaleza penetra en la historia y los referentes culturales se transforman en naturales. El tiempo, integrado como mi elemento más, es para Aníbal Merlo un orador elocuente, el. artífice que talla y desgasta, que imprime y borra, el que construye estratos y sedimentaciones, labra formas y cuevas, erosiona la materia hasta quebrantarla, provoca vacíos y oquedades. La. madera se torna en milenaria roca horadada por la constante acción del agua. Procedentes de sus lienzos, persisten huellas de otras vidas, de reminiscencia animal y vegetal: zigzagueantes serpientes, esbeltas hojas. A la cronología biológica, se añaden rastros que marcan los distintos tramos de un deambular. Extraños enseres y misteriosas marcas quedan impresos como instantes de detención de desconocidos cortejos, de peregrinaciones misteriosas que señalan rutas hacia ignotos lugares. Todo son pistas para el sagaz explorador. Aquel que sepa interpretarlas, hallará la senda.
Aníbal. Merlo, como un demiurgo, lega al hombre su universo soñado. Él constata los estragos del paso del tiempo en su paraíso natural, registra los restos documentales de su reino y confecciona mapas para conocer sus dominios. Todo invita al viaje. Fuerza y lirismo se alían y nos empujan a la aventura, a participar en el. descubrimiento de una novedosa mitología.
Ana Lucas
Catalog of the exhibition at Dialogue Gallery, Paris, 1997
Catalog of the exhibition at Dialogue Gallery, Paris, 1997
Aníbal Merlo is an artist born in Buenos Aires (1949) who resides in Spain since 1974. Originally a painter, some years ago he developed also an intense and already consolidated activity in the field of sculpture that has been appraised very positively. He regularly realizes exhibitions in Madrid, city in which he lives and works at present. He realized also individual exhibitions in Germany, Austria, Belgium and Argentina.
His wish for capturing the mystery of what has been led me many years ago, in the beginnings of his journey, to qualify Aníbal Merlo as a romantic artist. It has been confirmed in his coherent interior evolution that increasingly delves deeply into the puzzle of nature, the action of time on her and on the objects of culture. A process that supposes putting in practice a historical-natural dialectic centered on very concrete targets. In his painting, this development takes him to wise plastic results, on horseback of an abstraction and a diffuse imagining not exempt of geometry. From his beginnings, evocation of dreamed sceneries was the principal topic of his pictures, where a permanent dialogue that still persists was established between sky and ground. From that plastic speech it was given up largely the expressionist influence and the treatment of matter. Forms of flatter texture, lightened of matter, fill this vacancy, highlighting the warm ocher, yellow, blue and roses. Visions of reinvented nature reach now a more ambitious dimension centered on the cartography of fancied worlds, substituting previous sceneries. It already doesn’t give priority to the image as direct representation of the world, but as the rationalized measurement and arrangement of it. Imaginary maps parade before our surprised eyes of fantastic continents, islands and magic constellations. This daydream cartography possesses the naivety of medieval maps, along with the distant panorama of the air sight. Time is tackled like a factor of genesis, trajectory, and trip in the illumination of things, which show its gradual growth, its different stages of development, snapshots of its happening, its transit and declining, its impulses and discontinuous and intermittent advances. Time records the progressive display of existence, as the sum of the concentric rings in the trunk of a tree, reveals its age to us.
All these resonances are accentuated in his sculptures in wood - emancipated daughters from his painting - of elaborate manufacturing, harmonious conjugation of curves and straight lines that do not resign to a right and personal chromatic treatment. Handled constructions that evoke the forms of fossilized nature, and at the same time objects-symbols that well might be traces of remote civilizations for deciphering, from which we only possess their fragments: the eventful traces written in time. Those are pieces with archaeological reminiscences, where Cronos has left his stamp, embellishing and concealing, in his incomplete current existence, his atavistic and hypothetical function. In this way, nature penetrates in history and the cultural modality transforms in something natural. Time, integrated like any other element, is for Aníbal Merlo an eloquent speaker, the maker who carves and wears out, that prints and erases, that constructs strata and sedimentations, works forms and caves, that erodes the matter up until breaking it, and provokes gaps and cavities. Wood returns in millennial rock perforated by the constant action of water. Coming from his canvas, there persist traces of other lives, of animal and vegetable reminiscence: zigzagging snakes, slender leaves. To the biological chronology, there are added tracks that mark the different stretches of an aimlessly wandering. Strange implements and mysterious marks remain printed like halt moments of unknown courtships, of mysterious peregrinations that point to routes towards unknown places. All of them are tracks for the shrewd explorer. The one who can interpret them will find the footpath. Aníbal Merlo, like a demiurge, leaves to man his dreamed universe. He confirms the ravages of the passage of time in his natural paradise, registers the documentary remains of his kingdom and makes maps to know his domains. Everything invites to the trip. Force and lyricism are allied and push us to the adventure, to take part in the discovery of a novel mythology.
His wish for capturing the mystery of what has been led me many years ago, in the beginnings of his journey, to qualify Aníbal Merlo as a romantic artist. It has been confirmed in his coherent interior evolution that increasingly delves deeply into the puzzle of nature, the action of time on her and on the objects of culture. A process that supposes putting in practice a historical-natural dialectic centered on very concrete targets. In his painting, this development takes him to wise plastic results, on horseback of an abstraction and a diffuse imagining not exempt of geometry. From his beginnings, evocation of dreamed sceneries was the principal topic of his pictures, where a permanent dialogue that still persists was established between sky and ground. From that plastic speech it was given up largely the expressionist influence and the treatment of matter. Forms of flatter texture, lightened of matter, fill this vacancy, highlighting the warm ocher, yellow, blue and roses. Visions of reinvented nature reach now a more ambitious dimension centered on the cartography of fancied worlds, substituting previous sceneries. It already doesn’t give priority to the image as direct representation of the world, but as the rationalized measurement and arrangement of it. Imaginary maps parade before our surprised eyes of fantastic continents, islands and magic constellations. This daydream cartography possesses the naivety of medieval maps, along with the distant panorama of the air sight. Time is tackled like a factor of genesis, trajectory, and trip in the illumination of things, which show its gradual growth, its different stages of development, snapshots of its happening, its transit and declining, its impulses and discontinuous and intermittent advances. Time records the progressive display of existence, as the sum of the concentric rings in the trunk of a tree, reveals its age to us.
All these resonances are accentuated in his sculptures in wood - emancipated daughters from his painting - of elaborate manufacturing, harmonious conjugation of curves and straight lines that do not resign to a right and personal chromatic treatment. Handled constructions that evoke the forms of fossilized nature, and at the same time objects-symbols that well might be traces of remote civilizations for deciphering, from which we only possess their fragments: the eventful traces written in time. Those are pieces with archaeological reminiscences, where Cronos has left his stamp, embellishing and concealing, in his incomplete current existence, his atavistic and hypothetical function. In this way, nature penetrates in history and the cultural modality transforms in something natural. Time, integrated like any other element, is for Aníbal Merlo an eloquent speaker, the maker who carves and wears out, that prints and erases, that constructs strata and sedimentations, works forms and caves, that erodes the matter up until breaking it, and provokes gaps and cavities. Wood returns in millennial rock perforated by the constant action of water. Coming from his canvas, there persist traces of other lives, of animal and vegetable reminiscence: zigzagging snakes, slender leaves. To the biological chronology, there are added tracks that mark the different stretches of an aimlessly wandering. Strange implements and mysterious marks remain printed like halt moments of unknown courtships, of mysterious peregrinations that point to routes towards unknown places. All of them are tracks for the shrewd explorer. The one who can interpret them will find the footpath. Aníbal Merlo, like a demiurge, leaves to man his dreamed universe. He confirms the ravages of the passage of time in his natural paradise, registers the documentary remains of his kingdom and makes maps to know his domains. Everything invites to the trip. Force and lyricism are allied and push us to the adventure, to take part in the discovery of a novel mythology.