Aníbal Merlo: el paisaje de las huellas



Juan Antonio Tinte
El Punto de las Artes, 2001







Los factores que determinan la configuración de un discurso vienen definidos, en gran medida, por la capacidad con la cual el artista suma a su proceso creativo renuncias y agregados sin abordar elementos, esto es, contando con ellos y sabiendo de su disposición para articularse, en tanto que la doble existencia de un mismo presente (artista-materia) atienda a un perfecto estado de compatibilidad.

La muestra que desde el pasado día 12 de diciembre presenta Aníbal Merlo (Buenos Aires, 1949) en la galería May Moré, y la pluralidad con la que ha logrado un particular estado de unidad, muy bien podría ser el testimonio con el cual dar comprensión tangible de las primera palabras. En lo que supone su tercera presentación en este mismo espacio, la muestra que nos ocupa tiene como claros antecedentes sus dos

anteriores presentaciones, en tanto que parece articularse como un mismo discurrir con la aportación del soporte fotográfico como testimonio de ese transitar por el tiempo y el espacio dentro de las coordenadas que soportan su ideario.

En este sentido nos apuntamos a esa idea de paisaje como ente concreto y formulación abstracta de la que habla Rosa Olivares en la obra de Aníbal, pero sujeto a variaciones. Es decir a la capacidad de transformación tanto en el terreno de las emociones como de la propia estructura física que lo define, esto es, su parte reconocible, su propia condición de huella y testimonio de existencia y establecimiento de relaciones.

Para ello, el autor nos propone tres áreas por donde recorrer su trabajo: pintura, escultura y fotografía. Tres disciplinas articuladas como tres pilares en los que se sustenta el edificio de su propia concepción del paisaje visto a través del arte. Hay entonces un claro componente reflexivo, o lo que es lo mismo, de presente producto de la memoria, de la huella del tiempo que convierte en imágenes creadas lo real y que no difieren en gran medida del punto de vista desde el cual recoge imágenes en soporte fotográfico y por tanto existentes.

Su obra es todo una. Es una huella heredada y recuperada por él, huella del proceso en la labor, huellas de! pensar. De ahí que en sus esculturas nos brinden la oportunidad de ser partícipes de las secuencias que dan lugar a la modulación material de un mismo cuerpo tomando referencias a cada paso. El material así revela sus huellas, sus años de vida, las heridas del utillaje, los anillos de su madurez dibujando sinuoso el tacto y de tensión su final. Un final que se alarga desde la comisura de sus nudos hasta la mirada, que se extiende largo, agudo como lanzas ocupando inquietante el espacio como dagas.

Masas de madera

Obra de Aníbal Merlo que se desperezan sobre su contrapunto hecho geometría, torsión y cuerpo plúmbeo en pequeñas construcciones ordenadas como paisaje de urbanidad. Madera ahora objeto y madera árbol aún ver-tebrando sus estados. Paisajes de madera y paisajes del paisaje hechos pintura como filos tan tensos como reposados, tan reales como extraños, tan extraños como la tierra del paisaje que existe y que Aníbal corrobora en soporte fotográfico.






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